A la alegría por el autoconocimiento


«Ten presente que no busco tu aprobación ni influir sobre ti; me sentiré satisfecho si a partir de ahora comienzas a investigar todo por ti mismo.”
BRUCE LEE.
«El Autoconocimiento es el final del sufrimiento.»
JIDDU KRISHNAMURTI.
«Conócete; acéptate; supérate.»
SAN AGUSTÍN.
Esta es la clase de mensajes que nos gusta decir a nuestro mejor amigo cuando deseamos transmitirle nuestro deseo de su felicidad mediante la superación del sufrimiento. Sin embargo, incluso si creemos que el dolor es vía de perfección y un megáfono del alma, la realidad es más desalentadora. A veces ni siquiera somos capaces de llegar a su corazón, y nuestra oferta de consuelo se queda en simples palabras. Convencer al amigo de que la fuente de la alegría está en su interior no es posible sin creer firmemente que es así porque nuestra experiencia personal lo demuestra: somos conscientes de nuestro bagaje, entendemos el dolor como camino de aprendizaje hacia la meta del autoconocimiento. Pero también sabemos que solo con una gran dosis de fuerza interior podemos alcanzar esa meta. Los autores de las tres citas hablan de investigar cada día sobre uno mismo como el único medio de llegar al autoconocimiento. Para conseguirlo es imprescindible caminar. Cada paso que damos en esa dirección nos sitúa un poco más cerca de alcanzar meta deseada. En este proceso siempre tenemos a nuestro alcance a los que de verdad conocen los secretos, los atajos del camino. Sabemos que este no es precisamente de rosas, aunque tampoco faltan los colores de la esperanza y el perfume del afecto. De las espinas, ¡quién no se arranca tantas de la piel a lo largo de su vida como para necesitar un recuento!
Si damos por válidas la frases citadas, no basta con quitar esas espinas y aplicar un producto anestésico. Tampoco se trata de exhibirlas como trofeos, ni mostrar las cicatrices como estigmas indelebles, pero no olvidar las heridas  ayuda a ser conscientes de nuestro recorrido vital. Conocer el origen y la causa del dolor implica enfrentarse a sus consecuencias, y no hay mejor manera de superarlo que compartirlo con las personas más queridas, las mismas con las que disfrutamos de los buenos momentos que la vida nos depara. Es bueno sacar el pañuelo para decir adiós a un ser querido, pero es mejor dar cabida a nuestros amigos en ese pequeño universo de lienzo blanco.