Proyecto vital


Aun el más breve instante de silencio constituye, al mismo tiempo, un camino para llegar al presente y un sendero para seguir” (Jon Kabat-Zinn). Aunque en realidad no existen soluciones definitivas para desarrollar nuestro proyecto vital, no podemos vivir permanentemente instalados en la antesala de las respuestas. Resolver cada trance de la vida nos impulsa incesantemente a buscarlas: una reconciliación afectiva, la superación de un trauma, ganar la batalla al dolor, lograr el éxito profesional… Este proceso de búsqueda implica creer en nosotros mismos, ser tolerantes y flexibles con los demás, teniendo en cuenta que la ley del péndulo es inexorable: lo que hoy es lícito, quizá mañana no lo sea. No deberíamos parapetarnos tras un escudo de pensamiento único e intransigente, sino reaccionar con una actitud crítica ante mensajes que debilitan la mente y reducen la capacidad de acción. De ahí la gran importancia de potenciar la salud mental a través del ejercicio de los valores que constituyen el fundamento de unas sanas relaciones interpersonales, estimulan nuestra actividad creativa y nos ayudan a gestionar nuestras emociones.
La incógnita de la ecuación CI // felicidad no se resuelve a menos que trabajemos nuestra inteligencia social para ser mejores en un mundo en el que podamos beneficiarnos de los avances tecnológicos y del conocimiento universal. Como dijo D. Goleman, “de nada sirve aprender a ser una mejor persona… si no vas a tener un mundo en donde serlo”. Por otra parte, con el poder de nuestra mente multi-inteligente y de nuestra imaginación podemos ensayar la propuesta de Albert Ellis para alcanzar la felicidad a base de esfuerzo, constancia, y también con amor, reduciendo en lo posible la disonancia entre lo que creemos y lo que hacemos. Lograr este  objetivo tiene tanto que ver con la solidez del plan de acción trazado como con la capacidad personal o la ayuda que recibimos para llevarlo a cabo. Por tanto, no cabe el desaliento sin haber pedido cuentas a nuestra conciencia por su ejecución, deficiente o acertada, conscientes de nuestros recursos, y también de nuestros errores; menos aún debemos rendirnos. No importa el número de fracasos que sufrimos, sino la actitud  que tomamos para superarlos. Solo nuestros actos nos definen y dejan huella indeleble si los llevamos a cabo, poniendo punto y seguido a cada día, luchando por nuestros sueños, con la certeza de que, por muy dura que a veces pueda resultar interpretarla, el hecho de conectarnos a la vida con coraje y alegría da pleno sentido a lo que somos.